domingo, 10 de abril de 2011

LOS CLASICOS MEXICANOS

En la mayoría de las ocasiones que hemos escuchado respuestas a la pregunta sobre ¿cual es la clase de música que nos agrada?, sobresalen la música romántica seguida de la música bailable y otras. Desde luego que cuando tratamos de especificar géneros sobran las polémicas y los gustos: unos que el rock, otros que la salsa, etcétera, etc. Es difícil unificar criterios y mas cuando se refieren a un abanico de ritmos y melodías, que dicho sea de paso, en su mayor parte hoy en día están en manos de la industria comercial destinada a producir cantidades y no calidades donde el objetivo primordial es el consumo y el abastecimiento de grabaciones encargadas de cubrir redes de entretenimiento que nosotros conocemos como conciertos, radio, televisión, cine, etc.; en un mercado que a veces parece saturado y competitivo pero con el desarrollo de la tecnología se convierte inagotable. Es algo tan cotidiano que sucede a todas horas en donde cada uno de nosotros estamos inmersos que llega al grado de bloquearnos el pensamiento, escuchamos al por mayor las canciones y ya no meditamos el ¿por qué? y ¿para qué? Los filósofos chinos resumían esto en una sola frase: “los árboles nos impiden ver el bosque”. Y a pesar de la variedad y las opciones logramos encontrar un común (que contiene una mentira) que si la sinceridad nos lo permite podremos denominarlo así: nos gusta de todo menos la música clásica.
No hay que culpar a nadie de este engaño ni de la ignorancia, ya que por generaciones vamos arrastrando verdades a medias, descubrir estas falsedades no es tarea laboriosa, lo que si lo es, es abrir nuestra mente y no conformarnos con los status que nos imponen los dueños y dirigentes de los medios. Señoras y señores, querámoslo o no, si nos gusta la música clásica, comenzando porque el concepto es equivocado y parcial, ya que a lo que le llamamos música clásica, no le corresponde correctamente el término, aunque quizás si una guía. ¿Cómo está esto? Pues bien la música que conocemos bajo esta etiqueta tiene grandes diferencias de acuerdo a su desarrollo y períodos, del cual de uno de ellos extraen el nombre para generalizar. Muchos se sorprenden cuando descubren que los inicios de este genero llamado música clásica comenzó su evolución en manos de la religión cristiana, que mediante las liturgias le fueron dando forma con los cantos gregorianos y con la primitiva escritura musical, por eso el DO, RE, MI, FA, SOL, LA y SI o sea los nombres de las notas musicales salen de los primeros versos de un himno en latín a San Juan Bautista (Ut queant laxis) en el siglo XI, del monje italiano de la orden de San Benito: Guido de Arezo, quien también instauraría el conjunto de cuatro líneas en colores que posteriormente desembocaría en el pentagrama. Y pasando de nación a nación en Europa, los diferentes reinados van construyendo escuelas y formas musicales con Francia a la cabeza (ars nova) en el siglo XIV, Italia (renacimiento) en el siglo XVI, Alemania (barroco) en el siglo XVII, llegando en el siglo VIII el clasicismo de donde se toma el nombre de música clásica para todo lo anterior y lo que le precede; y seguido a este periodo desembocarían el romanticismo y el nacionalismo en el siglo XIX, hasta llegar al siglo XX con el impresionismo y nuevas técnicas expresivas previas y posteriores a las dos guerras mundiales. Monteverdi, Bach, Vivaldi, Haendel, Haydin, Mozart, Beethoven, Litz, Chopin, Wagner, Verdi, Strauss, Dvorak, Tchaikovsky, Debussy, Ravel, Stavinski y demás compositores y ejecutantes musicales corresponden a distancias, periodos, etapas y géneros musicales distintos unos y otros que generalizadamente se le conoce como música clásica y que lamentablemente despreciamos y confundimos pensando que es “música aburrida”, para cerebritos, para extranjeros o para determinadas clases sociales. Y aquí estriba otro error porque desde niños la escuchamos sin imaginárnoslo, cuantas veces hemos visto las caricaturas en la televisión y no logramos reconocer que los fondos musicales contienen estos generos, en el cine en una gran cantidad somos receptores sin darnos cuenta, sin quererlo, aunque después cuando nos preguntan si nos gusta la música clásica, respondamos con un no. Pero a pesar de esta negativa seguimos y continuaremos escuchándola y hasta bailándola ¿cómo es posible? Claro que si: nomás acuérdense de los valses en las fiestas de quinceañeras. Por eso decimos que somos los clásicos mexicanos, los que negamos la cruz de nuestra parroquia y nos encomendamos a otros santos, en curioso malinchismo. Y así le podremos seguir continuando al asunto, que es largo y profundo, interesante desde el punto de vista histórico, saludable para nuestros oídos tan maltratados por el ruido musical y benéfico para nuestra forma de pensar ya que no esta peleado para nada con la música popular (otra generalización errónea).