¡Qué el fandango no se vaya al fango!
Corrian los primeros veinte años del siglo XVI cuando los jardines de nuestra cultura nacional fueron pisoteados por los invasores extranjeros: los españoles, venidos de allende el mar. En una guerra cruel fue vencida la resistencia, cayendo en manos del conquistador la plaza de los poderes situada en Tenochtitlán. La espada con la ayuda de la cruz “en el nombre del Dios Cristiano” utilizando las llamas infernales se hicieron cargo del sometimiento, tratando de borrar la ciencia y los legados, exterminando los campos florecientes cultivados por generaciones Olmecas y Toltecas. Por las buenas o por las malas siempre más se segundo que lo primero. Pero entre las cenizas de aquel fuego sobrevivieron semillas y en lo silvestre los frutos siguieron alimentando a nuestro pueblo. No nos mataron porque si no ¿quién sembraría?, ¿quién habría de ser el sirviente?, pero nos dejaron moribundos, más bien nos convertimos en los espectadores de las fiestas, pero no de aquellos que están en una galería o butaca sino quienes no tienen acceso a la celebración, porque “pobre de aquel que se atreva a …” Muchos murieron en los intentos, pero siempre se cuido a la raíz y a pesar de los pesares nuestros sones mexicanos prevalecen, algo que es nuestro orgullo, lamentablemente ahora se tienen que cuidar de otros seres sin rostro pero reconocidos por todos: los mercaderes de las sociedades anónimas, aquellos que por el afán del lucro están deshonrando nuestras tradiciones, entre ellas las de los fandangos o para que ustedes los entiendan mejor la del Mariachi y sus sones.
Hagamos un poco de historia… En la región de occidente entre lo que ahora constituyen los Estados de Michoacán, Colima, Nayarit y Jalisco, en forma paralela al mestizaje surgen Los Jarabes. Con gran influencia Arabe de donde provienen los vocablos “xarab” españolizado previamente como “sarao” y posteriormente como “jarabe”. Proveniente de la Zambra y del canario emerge el fandango español que en nuestras tierras adquirirá el nombre de jarabe y que junto con el son, palabra cien por ciento latina “sonus” o sea sonido, comenzaran a bailarse aunque en una forma muy primitiva y oculta, porque eran prohibidos bajo pena de excomunión por la santa Inquisición ya que “resucitaban las almas”. Bailes indecentes que los obispos de aquellos tiempos se quejaban con las siguientes palabras “…entre nuestros súbditos, se va introduciendo o, por mejor decir, esta ya introducida la peste de las almas y la ruina de la modestia y pudor cristiano”…”especialmente ciertos bailes lascivos y llenos de abominación indignos de nombrarse entre cristianos, que por sus canciones, gestos, movimientos, horas, lugares y ocasiones en que se ejercen y frecuentan…” Algunos de los nombres de estos jarabes y sones son: La Manta, El Gato, La Prosesora, El Susurro, El Ambar, El Artillero, Los Enanos, El Atole, El Guajito, El Palomo, El Durazno, etc., etc. Pero si hablar era delito, imagínense cantar y tocar. Basta mencionar que precisamente por esa prohibición a ejecutar los instrumentos de cuerda del viejo mundo y por el impedimento de hacer sonar nuestras ocarinas, flautas, tambores y sonajas, el pueblo mexicano crea sus propios instrumentos; naciendo así la vihuela y el guitarrón, entre otros instrumentos que surgirán no solo en muchas regiones de México sino también en lo que ahora es Latinoamérica. Con una dotación rudimentaria que incluye la vihuela, la guitarra de golpe o “mariachera”, violines y variantes según la región arpa y guitarrón, surge mucho antes de la llegada de los franceses el conjunto que hoy conocemos como Mariachi y que deriva de nuestra lengua nahua denominando no al grupo sino a los fandangos. Vistiendo originalmente calzón de manta, huarache, sombrero grande de sayate y jorongo o sarape cuando el frío lo ameritaba, porque hay que recordar que los músicos de pueblo que tocaban para el pueblo no tenían acceso a los ingresos de los hacendados ni mucho menos se codeaban con los capataces. Así transcurriendo los siglos de la esclavitud y la época independentista la población de menos a más celebraba sus fandangos, hasta que llegaron otros invasores, esta vez desde Francia que en un período muy corto de dominio van a querer atribuirse hasta el nombre por aquellos de “mariage” o se la boda (como si han de ver sido miles las de ellos). Lástima que nos les haya quedado tiempo de enseñarnos el can can.
Incursionando en los finales del siglo XIX en la Capital de la República los conjuntos comienzan a incursionar en plazas y barrios, llegando a debutar en los teatros en los albores del siglo XX. Gracias a la difusión dada a la danza por parte de la Compañía Rusa de Bailes Clásicos encabezada por su estrella Anna Pavlova quien incluso a través del espectáculo Fantasía Mexicana recrea al Jarabe Tapatío, cobra gran interés las Danzas Folklóricas Mexicanas y desde 1901 gracias a que el compositor y pianista Miguel lerdo de tejada vistió a sus músicos de charros, los grupos de mariachi y los danzantes comenzaron a uniformarse utilizando al principio las mismas vestimentas que usaban los charros y sus agrupaciones emergentes en esas mismas fechas. Entre los veinte y treinta comenzaran las primeras grabaciones que no incluyen la trompeta ni los cantantes solistas. Será después cuando se de la explosión de lo mexicano por conducto del cinematógrafo quien crea los charros cantores aprovechando el fracaso de un cantante de opera al que conocemos como Jorge Negrete, llevando al estrellato al sinaloense Pedro Infante: empistolando al macho mexicano, dibujándolo borracho y mujeriego. Seguirá una lista interminable en la que destacan José Alfredo Jiménez, Javier Solís, Antonio Aguilar y Vicente Fernández. Y para contrarrestarse crea una nueva adelita que a falta de voz tuvo que conformarse con exhibir la belleza femenina de María Félix, girando a sus alrededor las primeras cantantes encabezadas por Lucha Reyes y que después se convertirán en Lola Beltrán, Lucha Villa y muchísimas mas. Con la televisión ya ni se diga del crecimiento del mundo del espectáculo y la farándula transforman hasta los baladistas en cantantes de ranchero desde Juan Gabriel hasta Luis Miguel. Convirtiendo a los rebeldes rockanroleros como Alberto Vázquez y Angélica María en grandes exponentes de la música vernácula. Y para no quedarse atrás hasta los extranjeros también le entran al ruedo como Rocío Durcal y Leo Dan nomás por mencionar nombres. No ha faltado quien le ponga retrasen otros idiomas haber si pega. Ya no hablemos de los agravios porque el simbólico traje lleno de bordados y embotonados de oro y plata han sido reducidos al mínimo por el grupo Garibaldi y sus minifaldas además de otros artistas productos de exportación fabricados por Televisa y TV Azteca.
Y mientras que en las marquesinas de grandes teatros alrededor del mundo se observan los nombres de los más prestigiados mariachis que no llegan ni a cinco, en cantinas, plazas, barriadas, centros nocturnos, restaurantes, serenatas y toda clase de tugurios deambulan miles de mariachis anónimos ganándose el pan de cada día, ignorados y despreciados, interpretando sones que fueron agenciados y registrados por arreglistas que se han llevado los créditos y seguirán incrementando sus arcas no solo con las regalías sino también con la autoria. Y para estar de acuerdo con la época del úsese y tírese se utiliza al mariachi para tocar de todo, desde música clásica hasta cumbias y lo peor distorsionado la esencia de otros géneros y regiones como lo es con el son huasteco al que incluso le llaman huapango y con versiones de sones veracruzanos, danzas regionales de Chiapas, Oaxaca y demás. Con la suposición de que Mariachi significa Ranchero todo se transforma en eso como el Bolero y el Corrido. Pero entre todos los males que agobian al Mariachi y a toda la música mexicana, es el abuso y manipulación que le han dado los gobernantes desde hace muchos sexenios atrás, así como el duopolio televisivo lo ha venido haciendo el antes monopolio partidista vestido de tricolor se ha apropiado del mariachi participándolo del jolgorio político nacional, utilizándolo como exponente y embajador, nomás acuérdense de Don Luis y Doña Esther, de los dos Adolfos, de Gustavo, de José, de Miguel, de Carlos y de Ernesto. Y de funcionarios, delegados, diputados, senadores, presidentes municipales, gobernadores, embajadores, cónsules y secretarías. Tanto daño que le han hecho al pueblo y a su cultura que hasta los mismos interpretes musicales ya se están tragando el cuento y piensan que Mariachi es sinónimo de México. Están equivocados, sentimos decepcionar a muchos, pero el mariachi tal y como se presenta actualmente difiere y es opuesto a lo que somos, porque en esta época de crisis y tras años de lucha por la independencia, la reforma, la revolución y lo que viene; el pueblo mexicano ni es macho, ni es jugador, ni es borracho, ni es bravucón, ni es mujeriego. El tequila, la baraja, la pistola, el vicio y tantos sinónimos que se puedan encontrar son etiquetas que se nos han puesto para justificar el sometimiento y la esclavitud. Ojala poco a poco tomen razón los mariachis y se vayan quitando trajes bordados de joyas ya que no corresponden a la miseria que viven los mexicanos dentro y fuera del país y desaparezcan el revolver o al menos apunten hacia otro lado y no se olviden nunca de tocar los auténticos sones y jarabes tradicionales. Porque si no seguiremos bailando con la mas fea y el fandango se va ir al fango.
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